Un embargo es una situación difícil, muy delicada, a la que se llega después de un tiempo de apuros económicos. Quita el sueño y a veces es un túnel que parece no tener salida, pero en ocasiones la cancelación de embargos es más sencilla y menos traumática de lo que parece.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que cuanto más se alargue el problema será peor. De nada sirve taparse los ojos y seguir hacia delante como si nada ocurriera, debido a que la deuda sigue creciendo y cuanto más lo haga, más complicado será después saldarla.
En el momento en el que nos enfrentemos a la dura realidad de no poder afrontar los pagos de nuestra casa, lo mejor es empezar a moverse para intentar solucionarlo. Los bancos no perdonan ni entienden de excusas, por eso, hay que intentar negociar el pago cuanto antes.
En ocasiones, las entidades bancarias acceden a modificar las condiciones del préstamo hipotecario si lo que se debe no es mucho, si hay suerte incluso se puede obtener lo que se denomina indulgencia de morosidad, es decir, la suspensión de pagos del préstamo durante un periodo determinado. Sin embargo, esta última medida es la excepción.
Si la situación se agrava, aún quedan otras opciones entre ellas vender o alquilar la vivienda para hacer frente a los pagos. El problema surge cuando no se tiene otro lugar en el que vivir. En ese caso cabe la posibilidad de acudir a entidades de préstamos de capital privado.
Este tipo de entidades sí puede ofrecer liquidez suficiente para poder resolver la deuda hipotecaria y evitar el embargo o la subasta de la vivienda. Por lo general, no piden demasiados requisitos y el dinero se obtiene de manera rápida.
Evitar un embargo no siempre es posible, pero hay que saber que siempre hay alternativas que pueden ser viables y estudiar su aplicación.